Textos: Tatiana Rojas Hernández
Quizá ningún líder social sueña con serlo, pero es una marca de la que no se puede huir. ¿Cómo fue para usted?
Francia Márquez: A los 15 años tenía claro que no quería que el río Ovejas fuera desviado. Sabía lo que el río significaba para nosotros. Pero al principio, no era capaz de hablarle a la gente blanca, era como si le intentara hablar a Dios. Poco a poco me fui dando cuenta de que la gente blanca no es Dios, que son iguales a nosotros, y así tengan dinero y un título, no tenía por qué callarme.
¿Influyeron esas mujeres que la han apoyado en sus reclamos?
F.M.:Claro, crecí alrededor de mujeres muy fuertes. Madres cabeza de familia que se van a la mina y a la finca a trabajar, que no tienen ningún problema en hacer las actividades que hacen los hombres. Son mujeres que en muchos casos no saben ni leer ni escribir, pero como me decía mi abuela: “yo no sé las letras pero sabiduría sí tengo”. Eso ha sido fundamental durante mi proceso de aprender a ser líder social.
Durante este tiempo, ¿fue muy difícil alzar su voz?
F.M.:Era normal que en las reuniones de la comunidad la voz del hombre siempre estuviera a la cabeza, pero con mi carácter fuerte me fui ganando un espacio. Sin embargo, el machismo era evidente cuando nos sentábamos en reuniones con el Gobierno Nacional. Después de que yo hacía una intervención, algunas funcionarias le preguntaban a mis compañeros si estaban de acuerdo con lo que yo estaba diciendo. Como si no fuera válido lo que yo les argumentaba. Como si lo que dijera un hombre sí era válido. Incluso me empezaron a tachar como una mujer grosera, porque me atrevía a decir las cosas de frente.
ver más
¿Alguna vez le sacaron la carta de que las mujeres no son así?
F.M.: Claro. Una vez una persona me dijo que tenía que aprender a comportarme como una dama y yo le dije: ¿cómo es eso? ¿ser una mujer sumisa porque usted lo dice? Yo le dije que si comportarme como una dama es no decirle la verdad en la cara, no quería ser una dama. Hay que tener coraje para ser lideresa negra en este país racista y clasista, que no respeta los derechos de los demás.
El episodio más representativo de su trabajo ha sido la movilización en la que convocó a varias mujeres a marchar desde Cauca hasta Bogotá para denunciar la minería ilegal que había llegado a La Toma, Cauca, su territorio y del que la desplazaron por las amenazas. ¿Por qué asumieron ese riesgo?
F.M.:En 2014 llegaron a nuestro territorio mineros de otros lugares con retroexcavadoras a sacar oro de las montañas. Esa minería que ha envenenado los ríos y que ha generado situaciones de descomposición social no tenía nada que ver con la que nosotros hemos hecho ancestralmente, por eso la denunciamos ante el Gobierno. Un grupo de mujeres nos movilizamos desde el Cauca hasta Bogotá porque no estábamos dispuestas a seguir guardando silencio. Porque la gente dejó de ir a la finca a sembrar, por ir a sacar el oro que las retroexcavadoras se estaba llevando. Porque compraban el cuerpo de las mujeres con un pedacito de oro.
¿Conoce de otros casos de mujeres que estén viviendo lo mismo?
F.M.:No solo en La Toma resistimos. La gente resiste en todo el país. Cerrejón que se vende como desarrollo en América Latina, dígame ¿cómo vive la gente? Las mujeres y la comunidad han estado resistiendo esa política de muerte. Ahora mismo en Ituango hemos visto cómo Isabel se la ha guerreado y está luchando por defender la dignidad de su pueblo, por lo derechos del río.
ver más
¿Por qué ha sido tan peligroso luchar por su territorio?
F.M.:¿Por qué los paramilitares, las Águilas Negras y los Rastrojos nos declaran la guerra? porque soy peligrosa para ellos, porque sus intereses económicos y su avaricia los conduce a nuestros territorios. Nos matan por querer defender la vida, defender el medioambiente, por querer vivir en condiciones dignas. Intereses económicos promovidos por el mismo Gobierno Nacional. Decir eso abiertamente es lo que te pone la lápida encima. Y es que hoy nos están matando con complicidad del Estado colombiano.
Cada día pueden asesinar hasta tres líderes sociales en el país. El informe del Global Witness lo dice, Colombia no es un país seguro para los defensores ambientales. ¿Qué se le viene a la cabeza cada vez que se entera de un asesinato de un líder social?
F.M.:Es muy triste, pero cada vez que asesinan a un líder de inmediato me pregunto si seré la siguiente. Uno mantiene con miedo. No es fácil seguir en este país, pero tampoco es sencillo irse, porque aquí tenemos todo. No es fácil, porque hay impunidad. Se permite que todos los días te amenacen y asesinen y nunca se encuentran las cabezas de esas amenazas y de esas muertes. La impunidad termina siendo un premio para que la gente siga asesinando.
¿Usted cree que las movilizaciones simbólicas como las del pasado 26 de julio tienen algún efecto?
F.M.:Creo que son importantes, pero las muertes no están parando, al contrario están asesinando a más líderes.